Al cabo de media hora vi que se paraba de la mesa y se dirigía, sonriente, hacia la puerta. Hice el gesto de llevar la mano hasta la billetera. Pensaba dejar cualquier billete sobre la mesa y salir del lugar antes de que se me perdiera de vista. Pero, en cambio, me quedé ahí sentado, viendo cómo se alejaba. Sabría dónde encontrarle más tarde. Iría a buscarle cuando yo quisiera. No me hacía falta andar como un perro callejero a sus espaldas. Cuando cayera la noche nos encontraríamos. No me preocupaba dejarle ir.
Sin embargo, pedí la cuenta. Suficiente Twitterland y Facebook, pensé. Eran otras la diversiones que me hacían falta en ese momento. Paré un bus y me subí. Cuando el desdichado busetero había recorrido unas 30 o 40 cuadras, no sé, me bajé. Caminé un poco y encontré justo lo que necesitaba: “Chicas calientes”. Un letrero en la entrada decía: Empezando desde las 7:00 p.m., HOTShow de Jeniffer, “la enfermera” y Sandylu, “la oficial de turno”. 6:10 p.m. marcaba mi reloj. Así que tenía tiempo para regalarme los servicios de quién sabe qué Cindy o qué Yasury. Para mi desgracia, todas esas perras estaban ocupadas, entregadas a su trabajo con algún cliente, quién sabe qué vejete gordo y fláccido, de aliento mortuorio. Putas, sólo ellas eran capaces de medírsele a una tarea como esa, pensé.
Bien, lo cierto es que me asqueó la suciedad. Las ganas de vomitar no eran normales. Tuve que salir corriendo de allí. Sería en otra ocasión. Me alejé un par de cuadras desde donde escuchaba todavía la música deplorable de aquel lugar:
♫ Los Benjamins Presentan / Daddy / The Big Boss / ¿Quién es?/ El que te pone a vibrar / ¿Quién es? / El que te pone a pensar / ¿Quién es? / Al que tú quieres besar / ¿Quién es? / You Wanna' Know Me? / Daddy / Ma' / Ya tú vez / Todo terminó / Fue una estupidez / Nuestra relación / Yo ya te olvidé /No me llames no ♫
¿Y ahora qué? Un trago, necesitaba un trago y un cigarro. Aparecía el salpullido. Primero en las manos, luego en los brazos. Cuello, cara, pecho. Sentía que ardía. Todo el cuerpo. Y las manchas rojas. Comezón. Hubiese querido rebanarme la piel. ¡Ah, maldita sea! Un trago, definitivamente lo necesitaba. Empecé a caminar rápido. ¡HP, un bar, dónde carajos había un bar!
Entré al primero que me crucé. Un cuchitril de mediana categoría. Llegué hasta la barra y pedí uno doble. Metí un trago largo. Empezaba a relajarme. Pedí otro y otro. Ya no sentía la picazón. El salpullido desaparecería en menos de media hora. No era la primera vez que me pasaba. Todavía de pie en la barra, con tres tragos encima, de buen ánimo y con ganas de asesinar, sentí que había llegado la hora. Le buscaría.
Sin embargo, pedí la cuenta. Suficiente Twitterland y Facebook, pensé. Eran otras la diversiones que me hacían falta en ese momento. Paré un bus y me subí. Cuando el desdichado busetero había recorrido unas 30 o 40 cuadras, no sé, me bajé. Caminé un poco y encontré justo lo que necesitaba: “Chicas calientes”. Un letrero en la entrada decía: Empezando desde las 7:00 p.m., HOTShow de Jeniffer, “la enfermera” y Sandylu, “la oficial de turno”. 6:10 p.m. marcaba mi reloj. Así que tenía tiempo para regalarme los servicios de quién sabe qué Cindy o qué Yasury. Para mi desgracia, todas esas perras estaban ocupadas, entregadas a su trabajo con algún cliente, quién sabe qué vejete gordo y fláccido, de aliento mortuorio. Putas, sólo ellas eran capaces de medírsele a una tarea como esa, pensé.
Bien, lo cierto es que me asqueó la suciedad. Las ganas de vomitar no eran normales. Tuve que salir corriendo de allí. Sería en otra ocasión. Me alejé un par de cuadras desde donde escuchaba todavía la música deplorable de aquel lugar:
♫ Los Benjamins Presentan / Daddy / The Big Boss / ¿Quién es?/ El que te pone a vibrar / ¿Quién es? / El que te pone a pensar / ¿Quién es? / Al que tú quieres besar / ¿Quién es? / You Wanna' Know Me? / Daddy / Ma' / Ya tú vez / Todo terminó / Fue una estupidez / Nuestra relación / Yo ya te olvidé /No me llames no ♫
¿Y ahora qué? Un trago, necesitaba un trago y un cigarro. Aparecía el salpullido. Primero en las manos, luego en los brazos. Cuello, cara, pecho. Sentía que ardía. Todo el cuerpo. Y las manchas rojas. Comezón. Hubiese querido rebanarme la piel. ¡Ah, maldita sea! Un trago, definitivamente lo necesitaba. Empecé a caminar rápido. ¡HP, un bar, dónde carajos había un bar!
Entré al primero que me crucé. Un cuchitril de mediana categoría. Llegué hasta la barra y pedí uno doble. Metí un trago largo. Empezaba a relajarme. Pedí otro y otro. Ya no sentía la picazón. El salpullido desaparecería en menos de media hora. No era la primera vez que me pasaba. Todavía de pie en la barra, con tres tragos encima, de buen ánimo y con ganas de asesinar, sentí que había llegado la hora. Le buscaría.